En los últimos años, debido a la proliferación de Acuerdos Comerciales Internacionales, el comercio ha pasado ha ser un tema central de discusión a nivel mundial. En muchos aspectos ha sentado las bases del libre mercado y ha revolucionado el sistema económico de muchos países en la región. Sin embargo es recién en la segunda mitad del siglo XX que los países desarrollados comenzaron a promover la apertura comercial de sus economías para que finalmente en la década de los 90s la globalización cobre mayor importancia con la inclusión de las economías latinoamericanas y de Europa del Este en el sistema.
Sin embargo, a pesar de que es una realidad y tiene entre sus beneficios promover el desarrollo sustentable de los socios comerciales involucrados en el sistema, el comercio sigue generando dudas y opiniones diversas desde varios puntos de vista académicos, políticos y sociales, ya sean a favor o en contra. Según las teorías económicas el comercio internacional promueve el desarrollo y las ventajas comparativas de los principales productos de la región. Entonces, siguiendo este argumento, América del Sur debe especializarse y poner todos sus esfuerzos en exportar al mundo aquellos productos en los que posea ventajas competitivas para lograr un mejor posicionamiento y desarrollo económico basándose en las exportaciones. Sin embargo, hay otras implicancias y controversias que se deben analizar desde otras perspectivas para poder entender mejor los resultados que han arrojado las balanzas comerciales de los países Sudamericanos y su impacto en la sociedad civil.
Se han definido dos posiciones claras al momento de analizar los beneficios del comercio. La “conservadora o anti-globalización” afirma que la apertura de las economías nacionales al comercio trae resultados devastadores para el bienestar de los países involucrados. En cambio, para la posición liberal o pro-mercado la globalización e integración comercial mundial es una oportunidad para el desarrollo económico y mejora de la calidad de vida de la población e impulsa modelos de crecimiento económico sostenibles desde lo social hasta lo ambiental. Evidentemente ambas posiciones son radicalmente opuestas e incompatibles no necesariamente sirven para explicar lo que sucede en el mundo actual, donde la integración económica es cada vez mayor a nivel mundial pero que lamentablemente viene unida efectos sociales y ambientales negativos. Lo último puede ser visto como el “precio” que tiene que pagar la sociedad sudamericana al asumir las consecuencias de la apertura comercial debido a su poca tecnología y baja comercialización de bienes manufacturados e industriales con el resto del mundo. Sin embargo, las consecuencias pueden ser “controladas” al adoptar medidas preventivas en los Acuerdos Comerciales firmados para mitigar los efectos iniciales que trae la apertura comercial y que se han venido implementando con éxito en los países de la región siendo normados y aprobados por la OMC.
Unido a este argumento, se debe entender que la función de la OMC no es la de “mitigar los aspectos negativos de la apertura comercial”, como Organización Internacional de Comercio tiene como función ser “el único organismo internacional que se ocupa de las normas que rigen el comercio entre los países. Su principal propósito es asegurar que las corrientes comerciales circulen con la máxima facilidad, previsibilidad y libertad posible” . En los últimos 20 años Sudamérica ha asimilado esta propuesta y ha creado diversos organismos para apoyar a la OMC a cumplir su fin, involucrando a la sociedad civil en las negociaciones comerciales, para que los ciudadanos estén informados sobre sus derechos comerciales y participen en la toma de decisiones gubernamentales. El MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay, Venezuela y Uruguay), y la CAN (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) son los más representativos a nivel regional.
Sin embargo, a pesar de que es una realidad y tiene entre sus beneficios promover el desarrollo sustentable de los socios comerciales involucrados en el sistema, el comercio sigue generando dudas y opiniones diversas desde varios puntos de vista académicos, políticos y sociales, ya sean a favor o en contra. Según las teorías económicas el comercio internacional promueve el desarrollo y las ventajas comparativas de los principales productos de la región. Entonces, siguiendo este argumento, América del Sur debe especializarse y poner todos sus esfuerzos en exportar al mundo aquellos productos en los que posea ventajas competitivas para lograr un mejor posicionamiento y desarrollo económico basándose en las exportaciones. Sin embargo, hay otras implicancias y controversias que se deben analizar desde otras perspectivas para poder entender mejor los resultados que han arrojado las balanzas comerciales de los países Sudamericanos y su impacto en la sociedad civil.
Se han definido dos posiciones claras al momento de analizar los beneficios del comercio. La “conservadora o anti-globalización” afirma que la apertura de las economías nacionales al comercio trae resultados devastadores para el bienestar de los países involucrados. En cambio, para la posición liberal o pro-mercado la globalización e integración comercial mundial es una oportunidad para el desarrollo económico y mejora de la calidad de vida de la población e impulsa modelos de crecimiento económico sostenibles desde lo social hasta lo ambiental. Evidentemente ambas posiciones son radicalmente opuestas e incompatibles no necesariamente sirven para explicar lo que sucede en el mundo actual, donde la integración económica es cada vez mayor a nivel mundial pero que lamentablemente viene unida efectos sociales y ambientales negativos. Lo último puede ser visto como el “precio” que tiene que pagar la sociedad sudamericana al asumir las consecuencias de la apertura comercial debido a su poca tecnología y baja comercialización de bienes manufacturados e industriales con el resto del mundo. Sin embargo, las consecuencias pueden ser “controladas” al adoptar medidas preventivas en los Acuerdos Comerciales firmados para mitigar los efectos iniciales que trae la apertura comercial y que se han venido implementando con éxito en los países de la región siendo normados y aprobados por la OMC.
Unido a este argumento, se debe entender que la función de la OMC no es la de “mitigar los aspectos negativos de la apertura comercial”, como Organización Internacional de Comercio tiene como función ser “el único organismo internacional que se ocupa de las normas que rigen el comercio entre los países. Su principal propósito es asegurar que las corrientes comerciales circulen con la máxima facilidad, previsibilidad y libertad posible” . En los últimos 20 años Sudamérica ha asimilado esta propuesta y ha creado diversos organismos para apoyar a la OMC a cumplir su fin, involucrando a la sociedad civil en las negociaciones comerciales, para que los ciudadanos estén informados sobre sus derechos comerciales y participen en la toma de decisiones gubernamentales. El MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay, Venezuela y Uruguay), y la CAN (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) son los más representativos a nivel regional.
El MERCOSUR es un bloque comercial cuyo propósito es promover el libre intercambio y movimiento de bienes, personas y capital entre los países que lo integran, y avanzar a una mayor integración política y cultural entre sus países miembros y asociados. Por su parte, la CAN es una organización regional económica y política con entidad jurídica internacional con el objetivo de alcanzar un desarrollo equilibrado, competitivo político y social mediante la integración andina, sudamericana y latinoamericana. Estos organismos reconocen que el comercio internacional debe estar orientado a mejorar el bienestar de las personas, mientras reconoce la necesidad de promover un desarrollo socialmente justo y ecológicamente sustentable y una cuidadosa administración de recursos de acuerdo con el principio de precaución, transparencia y democracia participativa. El comercio internacional es una de las estrategias de desarrollo sustentable que debe garantizar una justa distribución de la riqueza, la autonomía de los pueblos, y la democracia participativa. Siguiendo estos lineamientos, la integración económica debe ser un instrumento de las naciones para mejorar las relaciones políticas, económicas, ambientales y culturalmente complementarias.
Como la mayoría de las políticas implementadas, los resultados de la integración económica solo pueden ser vistos a largo plazo, y para eso se debe cuidar el entorno para que el desarrollo se efectúe. Así, la incorporación del tema ambiental en el comercio internacional de bienes y servicios ha ido adquiriendo una importancia creciente. La integración a los mercados internacionales implican costos y beneficios de enorme importancia y los empresarios y productores sudamericanos deben entender que la protección y el cuidado del medio ambiente y los recursos utilizados tendrán una alta significación en el éxito de sus negocios en el largo plazo. Además la globalización tiene efectos negativos en algunas economías subdesarrolladas como las nuestras ya que deben enfrentar las exigencias de países desarrollados y genera mayor presión sobre el medio ambiente y sus recursos debido a los cambios en los patrones de producción y consumo como resultado del mayor intercambio de bienes y servicios unido a la exigencia de un nivel de calidad más alto en la producción. La competitividad de las exportaciones depende entre otras cosas del impacto que éstos generan en el medio ambiente y en la calidad de vida de las personas durante todas las etapas del proceso productivo, las cuales incluyen extracción, transformación y posterior desecho o reciclaje.
En Sudamérica muchos países han implementado recientemente estas políticas basándose en el “Saber Hacer” en diferentes mercados y ambientes de acuerdo a los requerimientos hechos por la sociedad civil. Empresarios, trabajadores, profesores, gobierno y ONG’s han colaborado en este tema con el fin de potenciar el desarrollo económico de los sectores productivos potenciales buscando el desarrollo sustentable de la región basándose en las realidades que vive cada país de la región, las cuales son muy diferentes a los países desarrollados. Así la corriente alternativa “Comercio justo” es una iniciativa para crear canales comerciales innovadores, dentro de los cuales la relación entre las partes se orienta al logro del desarrollo sustentable y sostenible de la oferta exportable orientada al desarrollo integral, con sustentabilidad económica, social y ambiental, respetando la idiosincrasia de los pueblos, sus culturas, sus tradiciones y los derechos humanos básicos. La filosofía del Comercio Justo se centra en promover la ayuda a los países en vías de desarrollo en la implementación de relaciones comerciales éticas, respetuosas con crecimiento sostenible de las naciones e individuos, y es manejada principalmente por voluntarios.
La CEPAL por su parte ha desarrollado propuestas que apuntan a un desarrollo sostenible basado en la equidad social. Estar propuestas se centran en la transformación productiva basándose en el desarrollo de políticas ambientales que se necesitan para enfrentar los problemas de la región en la integración económica. Marginalidad, pobreza urbana, falta de normalización ambiental, contaminación, mal uso y deterioro de recursos naturales son parte de la problemática examinada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en su búsqueda de promover el desarrollo económico y social de la región. Uno de los proyectos más importantes desarrollados en los últimos años en este tema es el “Gestión ambientalmente adecuada de los residuos urbanos e industriales” con el apoyo financiero del gobierno de Alemania, y la GTZ como órgano de cooperación técnica. Este proyecto se ha desarrollado en los últimos 5 años en 6 países: Argentina, con el municipio de la ciudad de Córdoba; Brasil, con la Municipalidad de la ciudad de Campinas, del Estado de Sao Paulo; Colombia, con la Municipalidad de Cartagena de Indias, Ecuador con la Municipalidad de Quito y en Chile y Costa Rica se trabajo el proyecto a nivel nacional con varias instituciones involucradas. La finalidad de este proyecto es la de cooperar y ayudar a los países a incorporar las políticas de gestiones ambientales adecuada de los residuos en las políticas industriales, y además en las políticas urbanas, sensibilizando y educando a la población en el desarrollo sustentable de la región para que los productores deben internalicen los costos ambientales en sus actividades como parte de la Responsabilidad Social Empresarial y a la evaluación de sustentabilidad de los tratados comerciales para que se puedan medir las consecuencias de las negociaciones sobre el medio ambiente.
En conclusión la apertura comercial es clave para el desarrollo sustentable de los países sudamericanos, sin embargo esta debe incluir temas ligados a la realidad de cada país buscando el crecimiento económico con equidad social y preocupación en temas ambientales. Las políticas adoptadas en las negociaciones comerciales se deben apoyar mutuamente para competir y lograr una mejor inserción en los mercados internacionales. El desarrollo sustentable en todas sus dimensiones debe estar implicado en la actividad humana y debe involucrarse en todas las decisiones que se adopten al momento de formular acuerdos comerciales y enfrentar la globalización actual. Solo así generará más beneficios que costos a las naciones involucradas en este sistema.
C.
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