Me preparo para el otro viaje que cubre la mitad del camino inferior.
Me preparo para cantar, reír, llorar, pintar y escribir luego de que mi musa me abandonara en las puertas del cielo.
Vuelvo a soñar que ese día tus palabras fueron otras y en lugar de decirme adiós y quitarme tu saludo, me decías que me acompañarías el resto del camino, y que junto a ti una mañana dejaría de respirar y que lo último que escucharía sería el latido de tu corazón.
Vuelvo a sentir que la brisa que deshace su peinado, me golpea en la cara recordándome cada paso, cada mirada y cada sensación de nuestra despedida.
Vuelvo a predecir que quizá Virgilio una vez más me llame cobarde y se siente sobre mi espalda para enderezarla en el largo camino que queda por andar.
Y de repente…. Suena el despertador, son las 11 de la mañana, yo no he avanzado nada. Sigo al inicio del camino soñando a mi musa, usando pañales para secar las lágrimas y ver como los aros de nuestra boda, se derriten y descoloran por el no uso de nuestra corta relación.
C.
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