domingo, noviembre 19, 2006

todas las mujeres somos flores


Este poema lo escribí hace ya 2 años y sigue siendo el que más me gusta, recurro a él muchas veces en momentos diversos. y pensar que la idea de las mujeres y las flores nació mientras jugaba con unas margaritas que eran centro de mesa en una boda.









Querido amigo:

El laurel, como tú me llamas, ha decidido por primera vez, cambiar de forraje. Quizá suene utópico, y la ciencia lo negaría pero es cierto, una metamorfosis interna ha ocurrido, y espero que pronto deje de ser una planta que se ve igual y me convierta en flor.

Cada mujer es una flor, una rosa, un clavel o quizá una margarita. No tiene nada que ver con lo físico, solo depende del estado de ánimo en el cual una se encuentre, margarita en la alegría del amarillo, roja cuando la pasión y la motivación nos impulsan, y blanca cuando necesitamos paz, serenidad o un poco de inocencia.

Cada mujer es una flor, porque al tener varias capas, se acumula la personalidad, el carácter, las sensaciones y los secretos por último en el botón, el polen también es una parte importante no solo para fecundar, sino para crear.

Yo fui una flor, me vi bella en la primavera que hubo en nuestra relación, y ahora en el otoño, me siento reservada y sombría. ¿Viste como cambian las capas de la flor? No, nunca las viste, nunca las entendiste. No pudiste y no quisiste jamás entender cual era el proceso para entrar a mi mundo. No quisiste nunca regar los pétalos, rozarlos y besarlos cuando más lo necesitaba, no pudiste entender como te revelaba mis secretos en silencio, en la noche, esa vez que te regalé la mirada por última vez, no quisiste penetrar en mi personalidad para llegar a conocerme, a quererme, a besarme, como realmente era, desnudar mi alma.

Una mujer necesita un hombre, que pueda observar sus pétalos sin arrancarlos, mimarlos, para que así ella le muestre el botón, lo más profundo de su ser, para que creen tal cual es la realidad y luego se unan en un camino al progreso, tú nunca lo entendiste y solo pusiste a la pequeña flor, porque nunca fui un laurel, en una maceta, en un cristal, y la miraste como quisiste, la idolatraste, pero no hiciste nada por conocerla.

Por eso ahora, digo que no llegaste a calar en lo profundo de mi ser, al final vi que no querías, no lo permití y por eso no queda nada, tu no me cambiaste, tu no me hiciste progresar, no me hiciste crear, solo me observaste y estuviste en un otoño ficticio.




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